Nuestras acciones contribuyen a hacer mejor el mundo
Entrevistamos a María Negro, activista, divulgadora sobre la sostenibilidad y consultora en comunicación de negocios que impactan en positivo. Además es autora de "Cambia el mundo: 10 pasos hacia una vida sostenible” (Zenith), una guía práctica que nos ofrece consejos, ejercicios y recursos para reflexionar sobre el poder individual que tienen nuestras acciones, hábitos y decisiones diarias a la hora de minimizar nuestra impacto ambiental.
El título del libro es toda una declaración de intenciones, ¿qué significa para ti cambiar el mundo?¿Realmente está en nuestra mano conseguirlo?
Creo firmemente que para cambiar el mundo hay que empezar por el nuestro propio. Mi objetivo es remover conciencias. Quiero que haga recuperar el poder que todas tenemos (y muchas veces se nos olvida) como consumidoras, ciudadanas, individuos o madres y nos de la información, los recursos, las herramientas y la motivación necesaria para empezar a ACTUAR.
Aunque necesitemos que nuestros gestos diarios estén acompañados de cambios sistémicos y globales para hacer frente a esta crisis climática, no debemos dejar de lado el gran poder de los pequeños gestos individuales. Ahí mi mantra que no paro de repetir: “pequeños gestos, grandes cambios”. Lo que pensamos, hacemos, consumimos y decidimos tiene un impacto en el entorno y en nuestra mano está contribuir a este cambio de conciencia.
¿Cuáles son para ti los puntos fundamentales en los que debemos centrarnos para conseguir este cambio?
Precisamente en el libro planteo un método para llevar una vida más sostenible a través de diez sencillos pasos. Cada uno está relacionado con una esfera de nuestra vida: qué necesitamos para ser felices, qué comemos, cómo nos movemos, de qué forma consumimos, qué residuos generamos, cómo podemos tener un hogar más eficiente, cómo viajamos, qué hay en nuestro baño, etc. A través de él aprenderán a tener un armario más respetuoso con el planeta consumir con cabeza, reducir sus residuos, evitar la basura desechable, simplificar su vida, aceptarse más y necesitar menos productos y cosméticos o desperdiciar menos comida.
No hay un único camino, todos son válidos, lo importante es que empecemos a actuar. Si tuviera que destacar 3 hábitos poderosos de todos los que desarrollo en en diferentes capítulos del libro serían estos:
• Minimizar nuestros residuos tanto en la cocina como en el baño evitando el desperdicio de alimentos, comprando a granel, dejando a un lado todo lo desechable, apostando por la cosmética solida y por objetos reutilizables y duraderos.
• Reducir nuestras necesidades y simplificar nuestra vida.
• Consumir de manera responsable reflexionando sobre dónde va a parar nuestro dinero y a qué tipo de empresas apoyamos con él.
En el libro no solo hablo de sostenibilidad sino de mucho más: emociones, feminismo, empoderamiento, autoconocimiento, crecimiento personal activismo y, sobre todo, comparto los descubrimientos, dudas, frustraciones y aprendizajes que experimentado yo misma en esta búsqueda hacia una vida más sostenible.
¿Qué significa llevar una vida sostenible?
Vivir más alineada con lo que piensas, crees y sientes, sin comprometer al planeta. Es un proceso introspectivo que te descubre sobre ti misma, te hace descubrir una mejor versión de ti misma, estar más conectada con tu esencia y ser más feliz. Además, la sostenibilidad es un proceso más de autoconocimiento. Por ejemplo, puedes quedarte sólo en un habito sin más (por ejemplo reducir y evitar el uso de plástico), pero si rascas un poco sobre todas las esferas de la vida que implica ser sostenible ahí aparecen muchas incoherencias, dudas, valores, preguntas…Y esto es a lo que te invita el libro a hacerte preguntas para que tú encuentres tus propias respuestas y entiendas el significado de todo lo que implica el termino “sostenibilidad”.
Lo que empieza como ciertos hábitos desperdigados que vas cambiando en tu vida se acaban profundizando. Esto te lleva a un proceso de transformación que ya no tiene vuelta atrás. Te descubre muchas cosas de ti misma y te hace preguntarte por qué necesitas tal cosa para sentirte feliz. Además de qué valores quieres transmitirle a tu familia, porque tengo tanto apego a lo material… Te hace ser más sabia y estar más informada. Te hace revisar tus creencias, crecer y evolucionar como persona y conectada con la naturaleza, cuidar al planeta cuidándote más a ti misma. Te hace volver a la esencia, eliminando todo lo superfluo. Te hace ser más feliz.
Además, la sostenibilidad ayuda mucho a empoderase, porque te hace ser consciente del poder que tienes como ciudadana, individuo, como consumidora, entiendes que tienes mucho poder en tu vida. Con tus pequeños gestos puedes generar grandes cambios y encima motivar a personas que tienes a tu alrededor. Eso es muy transformador y motivador. Vivir en coherencia y actuar en consecuencia empodera mucho.
Vivimos en una cultura del exceso y de la acumulación, del ruido, de la prisa y del cosumismo. ¿Cómo hemos llegado a este punto?
Efectivamente, vivimos y formamos parte de una sociedad de usar y tirar basada en los excesos. Se nos ha transmitido la idea de que “somos lo que tenemos” y sin querer, nos lo hemos creído. Si damos un paseo por nuestras casas vemos que están abarrotadas de cosas que apenas utilizamos: baños atestados de cosméticos y productos de belleza, armarios llenos de ropa, neveras a tope de comida que acabamos tirando, etc.
Todo esto nos obliga a vivir demasiado apegadas a lo material y a basar nuestra existencia, identidad y autoestima en el TENER más que en el SER. Casi sin darnos cuenta, hemos basado nuestra identidad y nuestra autoestima en la cantidad de pertenencias que poseemos. Reafirmándonos a través de la ropa que vestimos, del bolso que llevamos, del coche que conducimos, etc.
Y en muchos casos nos hace sentirnos culpables, nos genera ruido, bloqueo mental, agobio, ansiedad, estrés y vacío. Buscamos desesperadamente organizar nuestras casas siguiendo el método de Marie Kondo, ganar y liberar espacio, tener paz mental, ser más productivas, todo ello con el fin de recuperar el control y la calma. Aunque en el fondo seamos conscientes de que lo que realmente nos llena, no se compra con dinero: leer un buen libro, un paseo en la naturaleza, pasar tiempo con los nuestros, etc.
La cultura del exceso nos empuja a acumular objetos y prendas de mala calidad que duran cada vez menos tiempo, a premiarnos a golpe de tarjeta, a consumir de manera compulsiva información, contenido y cosas, a vivir desconectadas de la naturaleza, a desperdiciar materiales, a generar cantidades ingentes de residuos… Sin duda, estamos en el mejor momento para repensar nuestra forma de vivir.
¿Cómo podemos cambiar el mundo a través de lo que comemos?
Lo que hay en nuestro plato está íntimamente ligado con medioambiente, por ello podemos minimizar nuestro impacto a través de lo que comemos, ya que lo hacemos 3 veces al día durante toda nuestra vida. Además de evitar el desperdicio de comida, apostar por el consumo de alimentos de temporada de Km0 y de origen ecológico, podemos marcar la diferencia reduciendo el consumo de carne y de alimentos de origen animal.
“La FAO calcula que el sector ganadero, especialmente el vacuno, es responsable de la emisión del 14,5 % de los gases de efecto invernadero” (Fuente: Libro Cambia el Mundo, María Negro Ed. Zenith 2020 ).
No se trata de volvernos todas veganas (si no es nuestra decisión) pero reduciendo drásticamente nuestro consumo de carne y proteína animal y fomentando otros alimentos de origen vegetal como frutos secos, frutas, verduras, legumbres, cereales, semillas, etc. estaremos siendo mucho más sostenibles y eficientes. Ahorraremos recursos como agua, tiempo, dinero, espacio cultivable y emisiones de CO2; evitaremos la deforestación de reservas naturales y contaminación del suelo, del aire y del agua, así como el sacrificio de millones de animales.
Por lo tanto, revisar lo que comemos puede ser un gesto revolucionario a la hora de minimizar nuestro impacto en el planeta.
¿Y con nuestra manera de consumir?
La clave del consumo responsable está en reflexionar y buscar información. Consumir responsable nos hace darnos cuenta de que tenemos una responsabilidad, que nuestro dinero es un VOTO. Hay que empezar a ser conscientes del impacto que tienen nuestras acciones. Por eso hay que ser más críticas, investigar sobre qué hay detrás de las marcas y las empresas y sus prácticas… Debemos reflexionar sobre si necesitamos realmente lo que deseamos o si lo podemos conseguir de otra manera: por intercambio, de segunda mano, prestado, alquilado…
Bajo esa idea surge uno de mis proyectos "Consume con COCO", que es un escaparate online que visibiliza marcas sostenibles y éticas. Y nace para facilitar la labor de búsqueda a los consumidores conscientes y ayudarles a consumir de manera responsable y alineada con sus valores.
¿Debemos aceptarnos y cuidarnos más? ¿Qué debemos dejar atrás en ese camino hacia una vida sostenible?
Totalmente. Debemos abrazar la imperfección, tener más compasión con nosotras mismas, dedicarnos tiempo, cuidarnos y aceptarnos más. Hay un capítulo en el que hablo de este tema en profundidad (el 7) el dedicado al baño y lanzo precisamente este mensaje. “No tenemos que ser perfectas, sino aceptarnos tal y como somos y abrazar más nuestra imperfección”.
Existe una gran presión social sobre el cuerpo y el aspecto físico de la mujer. Parece que debemos mantenernos inmutables con el paso del tiempo, de los embarazos y las circunstancias de la vida. Hay industrias que ganan dinero a costa de nuestra baja autoestima y de las inseguridades que tenemos. Nos ofrecen soluciones que corrijan todo aquello que «no es perfecto» o no encaja en unos determinados cánones.
Uno de los principales tips que doy para tener un baño más sostenible es revisar nuestros juicios internos sobre nuestro cuerpo. Así trabajamos nuestra autoestima y aceptación para necesitar menos cosméticos.
¿Qué les dirías a aquellas personas que creen que sus gestos no sirven para nada?
Mucha gente tiene la idea que de que las soluciones y los cambios deben venir de fuera y que no podemos cambiar las cosas. El deber de las instituciones es acelerar y facilitar el cambio promoviendo leyes o medidas que hagan esta transición sostenible más fácil, rápida y duradera. Que hagan que la gente se involucre y adopte hábitos más sostenibles de manera más masiva. Al igual que las empresas, que deben fabricar de manera sostenible, ser responsables, transparentes y éticas.
Además, deben de informar a los consumidores de sus prácticas, utilizar materiales lo más respetuosos posible con el entorno… Pero nosotros no podemos esperar a que las soluciones vengan de fuera. Se nos olvida que tenemos mucho poder como trabajadores, consumidores y ciudadanos para contribuir y liderar el cambio. Cualquier cambio global comienza por uno individual. Por ello no se nos puede olvidar el poder de nuestros pequeños gestos: “Los pequeños gestos generan grandes cambios” (María Negro).
Lo importante es tomar conciencia de que nuestras acciones pueden contribuir a hacer mejor ese mundo en el que vivimos.
¿Cómo podemos motivar a las personas que tenemos a nuestro alrededor para que se sumen a este movimiento?
Compartir nuestro proceso, hablar de los beneficios, de lo que nos está ayudando o aportando tener una vida más sostenible. Hay que contagiar a los de nuestro alrededor a través del entusiasmo, no del juicio, ya que cada una tenemos nuestro proceso. Todas podemos convertirnos en agentes y líderes de cambio, capaces de inspirar y motivar a otras personas. Seamos y lideremos el cambio que queremos ver en el mundo.